Si me preguntan, después de ocho días en Berlín, que es lo que más me gusta, lo tengo claro.
Estoy enamorado de sus parques. Y no es solo que me guste su masa forestal y lo asalvajado de la misma, que también, pero lo que me encanta es su ambiente.
Si coges un mapa de Berlín rápidamente salta a los ojos la cantidad de manchas verdes que hay repartidas por toda la ciudad. Y esas manchas son, lógicamente, parques y jardines.
La lista es interminable: Tiergarten, Viktoriapark, Treptower Park, Volkspark Friedrichschain, Mauerpark o Preussen-park.
Entre tanta variedad hay de todo: con fuentes, con cascadas, con lagos, con muchas estatuas, con monumentos conmemorativos, con patitos, con chiringuitos, con mercados y hasta para hacer barbacoas.
Pero como he dicho anteriormente, lo mejor es el ambiente que tienen, cada uno con sus particularidades.
Aquella tarde paseábamos tranquilamente charlando de nuestras cosas, que no son pocas, camino de casa. Dimos un pequeño rodeo por el simple hecho de pasear, estábamos cansados de toda la semana, así que directos para casa. Pero claro, no contábamos ni con ese parque ni con esa clase multitudinaria de yoga, ni con esas food trucks, ni con ese concierto. Y las cosas se encartan en el sur de España y en el mismísimo Berlín. Sin darnos cuenta estábamos disfrutando de una riquísima comida callejera y una cerveza local. La gente es tranquila, educada aunque variopinta, y esto hace que el ambiente sea muy agradable y que se alargue el día.
El sábado pasado salimos a media mañana en busca de uno de los mercadillos de fin de semana que hay por toda la ciudad. Este no era especialmente popular y por lo tanto turístico. Al llegar encontramos un pequeño mercadillo de cosas antiguas, libros, ropa y un montón de cachivaches inservibles. Como nos supo a poco, decidimos seguir caminando por el parque donde estaba ubicado, y fue entonces cuando nos pareció que estábamos en cualquier playa de España. Un mar de sombrillas, toallas y sillas de playa se abría ante nuestros ojos. Al principio pensamos que eran domingueros pero nada más lejos de la realidad. Cada sombrilla tenia debajo tres cajas de frutas al revés con un mantelito encima, varias bandejas con comida, infernillos con cacerolas cocinado alguna cosa y una o dos asiáticas sentadas en taburetitos o en el suelo vendiendo todo aquello. Y nos encanta la comida asiática!
¿Esto en España sería posible con los inspectores de trabajo pidiendo autónomos y contratos, o con la sanidad pública cerrando sombrillas porque no tienen agua caliente? ¿Dejaría algún ayuntamiento abrir una sombrilla sin cuarto de baño para minusválidos?
En fin…
Sigo…